sábado, 30 de enero de 2016

Crítica: En la Mente del Asesino (2015) Dir. Afonso Poyart

Con lo justo y necesario

Lo que en su momento comenzó siendo la secuela de “Se7en” (1995), obra maestra de David Fincher, recorrió distintas productoras y cambios de guionista a lo largo de estos últimos años, para finalmente recaer en el novel director brasileño Afonso Poyart. Que si bien toma las nociones básicas del thriller psicológico policial para realizar un correcto debut Hollywoodense, cuenta con un handycap importante al contar con Anthony Hopkins y Collin Farrell entre sus dirigidos. Aunque el producto final no pase de ser una película del montón.

Joe Merriwather (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine Cowles (Abbie Cornish) son dos agentes del FBI envueltos en la búsqueda de un asesino serial (Farrell) capaz de matar de forma indolora introduciendo un punzón en la base del cráneo de sus víctimas. Este extraño método y las crípticas pistas dejadas adrede en cada escena del crimen, demuestran que este psicópata piadoso es demasiado hábil para ser atrapado con una investigación convencional. Es así que los agentes recurren a John Clancy (Hopkins), un médico retirado con habilidades psíquicas para poder adelantarse a los siguientes crímenes antes que sucedan.

Dentro de la vorágine de visiones y clarividencias, Clancy no tardará en descubrir que el asesino también puede ver el futuro y que gracias a eso elige entre sus víctimas a pacientes terminales como forma de evitarles el sufrimiento. Lo que desencadenará una lucha de egos entre ambos psíquicos, con el condimento de poner en juego el dilema ético de aceptar la eutanasia como solución al dolor o enfrentar el destino sea cual fuere.


Sin ser una maravilla, “En la Mente del Asesino” transita con facilidad momentos de acción a base de escenas en cámara lenta muy bien logradas, a disminuir el ritmo con secuencias más introspectivas, centradas en el pasado (y futuro) de cada personaje y sus motivaciones.

De todas formas la historia funciona siempre y cuando se tome como verosímil que una investigación policial se guie casi exclusivamente en la habilidad de predecir el futuro. Y eso es algo que a pesar de los clichés del género, el film se toma completamente en serio sin que esto signifique tener que plantear una batalla entre escépticos y creyentes. Aunque a veces el guion se exceda un poco en los límites de este superpoder para hacer avanzar la trama.

Anthony Hopkins y Collin Farrell son claramente las figuras principales que le dan un pequeño atractivo adicional a la película, pero no es que haya mucho que destacar sobre sus interpretaciones, o las del elenco en general. En realidad es más el estilo visual elegido por Poyart, en una mezcla entre alucinógeno y noire, lo que hace que un argumento algo limitado genere un poco más de interés del que debería.

Dentro de sus limitaciones, no llega a ser del todo condenable por ser un debut con presupuesto acotado. Aunque quizás sea más la decepción de intentar verla por la presencia de Hopkins y Farrell en el afiche y encontrarse con que la película no supera el aceptable.

En la Mente del Asesino resulta una película para ver un Domingo lluvioso por cable y sin muchas más pretensiones.





Reseña publicada originalmente el 28 de Enero de 2016 en Proyectorfantasma.com.ar

Review: The X-Files Miniseries (2015) – S10XE01/S10XE02


Finalmente el día ha llegado y ya es hora de analizar (sin spoilers) si el esperado regreso de The X-Files puede ser considerado como tal. En una emisión especial del canal FOX Latinoamérica por el estreno de los primeros dos episodios, los agentes Mulder y Scully volvieron a calzarse las placas del FBI para continuar su interminable búsqueda de la verdad, como en los viejos tiempos.

Porque nunca se pusieron de acuerdo,
vuelven para seguir investigando.


“My Struggle” (10X01): Mucho para contar, poco tiempo para hacerlo

Escrito y dirigido por el creador de la serie, Chris Carter, el primer capítulo – “My Struggle” – da comienzo con un resumen obligatorio sobre la compleja trama extraterrestre, adelantando abiertamente el intento de unir al fanático de siempre con los potenciales nuevos espectadores. Era necesario explicar de manera simple y efectiva la premisa sobre la que giró la serie original para poder aspirar a nuevos horizontes, teniendo en cuenta que la invasión alienígena se encuentra en stand-by desde su capítulo final en 2002. Y probablemente sea esa necesidad de sorprender a propios y ajenos la que haya generado que el restreno no sea del todo satisfactorio.

Volviendo a los errores cometidos en las últimas temporadas, momentos en donde el futuro incierto del programa hacía que los guionistas tuvieran que escribir los libretos a la par de los rodajes, este primer episodio pretende plantear demasiados interrogantes en pocos minutos. Es así que la nueva mitología, las referencias a los viejos seguidores, fundamentación científica, inclusión de tramas paralelas, todo da la impresión de que debe ser expuesto en un solo capítulo ante la falta más tiempo. Sin contar que la llamada “conspiración no alienígena” propuesta como nuevo eje argumental ya fue tratada y resuelta originalmente durante la temporada 4 y 5. (Gethsemane, 4X24 – Redux I, 5X01 – Redux II, 5X02)

De todas formas se valora el esfuerzo por unir algunos conceptos ya conocidos por los fanáticos como los proyectos de hibridación extraterrestre, las aparentes abducciones falsas y la inevitable sexta extinción, con nociones más actuales como la discutible política exterior estadounidense, el surgimiento masivo del Internet y el 9/11 como principal punto de inflexión. Pero es justamente en los monólogos  de Mulder (Duchovny) y Tad O’Malley (Joel McHale) cuando la catarata de información se hace artificial y atenta al ritmo pausado que tanto caracterizó a la serie en sus comienzos. Llegando por momentos a abusar del material de archivo en vez de hacer que los protagonistas descubran los secretos por sus propios medios.

Si en su momento la segunda película de la saga (The X-Files: I Want to Believe, 2008) fue criticada por hacer más hincapié en el desarrollo de personaje antes que acelerar las investigaciones, es ahora donde se extraña ese respiro para profundizar aunque más no sea la relación inconclusa entre Mulder y Scully, sus diferencias todavía irreconciliables y los verdaderos motivos que justifiquen regresar al FBI, luego de que ambos se hayan alejado voluntariamente para salvar sus vidas. Vale recordar que la serie terminó con los alienígenas colonizadores ya infiltrados en las altas esferas a la espera de la inminente invasión a la Tierra.

Puede decirse que este primer episodio mitológico recupera varias ideas centrales que formaron parte de la extensa mitología desarrollada durante nueve años, pero oportunamente olvida otras que podrían poner en duda los motivos de este regreso a las investigaciones y el potencial retorno de viejos conocidos a la serie.



Founder’s Mutation (10X02): El costado humano detrás de la investigación

A pesar de que la mitología extraterrestre fue en gran parte la base fundamental de “Los Expedientes X” a la hora de presentarse al público, siempre fueron sus capítulos independientes (stand alones) los que funcionaron mejor desde un punto de vista más integral. Con sus aciertos y errores, la posibilidad de contar historias paralelas, sin relación con la continuidad real de la conspiración, permitía experimentar con temáticas y directores que otorgaban aún más diversidad a una serie que se dio el lujo de formar una larga lista de guionistas célebres.

James Wong fue el encargado de escribir y dirigir el segundo episodio del revival, junto a la difícil tarea de equilibrar un argumento original con un contexto actual en el que pudiera basar el nuevo estilo de la serie. Wong ya había formado parte de otros capítulos icónicos como “Musings of a Cigarette Smoking Man” (4X07) y “Never Again” (4×13), en los cuales el desarrollo de los villanos era parte fundamental para la narración. Lamentablemente no es el caso del primer stand alone de esta temporada, aunque si sale mucho mejor parado que “My Struggle”.

“Founder’s Mutation” deja de lado – a simple vista – la trama alienígena y plantea un caso más dentro de las nuevas funciones de Mulder y Scully en el FBI. Un científico del departamento de defensa se suicida insertándose un objeto punzante en el oído, debido a sonidos de baja frecuencia aparentemente inaudibles por los demás. Lo que en un principio parece un incidente aislado, luego se relacionará con una serie de experimentos genéticos muy similares a los que involucraron alguna vez a William, el hijo de Mulder y Scully, dado en adopción quince años atrás.

La historia paralela funciona por sí sola, sin la necesidad de recurrir a una sobrexplicación que tenga que dar sentido histórico al origen de estos experimentos, aunque si peca de acelerar los procesos de investigación cuando el tiempo se convierte en tirano y los 45 minutos del episodio quedan invariablemente cortos. Detalles como la inclusión de un personaje homosexual sin la necesidad de estereotiparlo, o la mera mención de Edward Snowden, enriquecen la sensación de que todo expediente X puede suceder en la realidad.

Algo para destacar es que lo que parecía un capítulo meramente independiente, termina tomando elementos de mitología conspirativa para desarrollar la culpa de Scully, por haber sido obligada a entregar a su hijo, y de Mulder al no haber estado cerca para evitarlo. Momentos que potencian la personalidad de los protagonistas y humanizan sus acciones por sobre los apuros en el argumento.

Una experiencia mucho más valiosa desde lo emocional, que deja de lado las tramas complejas en exceso, para hacer foco en la inteligente interacción mutua de los protagonistas, que en definitiva es una de las razones por las que nos enamoramos de la serie alguna vez.



El regreso de The X-Files se proyecta no solamente como el regreso de uno de los programas más influyentes de los últimos tiempos, sino que es la legitimación de lo que en su momento fue una forma distinta de pensar las series de TV, a lo que se refiere a la creación de arcos argumentales y el desarrollo de personajes. Pero a pesar de que estén todas las condiciones dadas para que este retorno se convierta en el comienzo de un nuevo éxito, sus problemas vienen más por una cuestión contractual. Su creador, Chris Carter, es un guionista de método pero con poca facilidad para adaptar sus ilimitadas ideas. Y es por eso que siempre decidió rodearse de gente más capacitada para que le ayudaran a que sus historias no sean sólo un raconto de datos y se acercaran más al formato de una ficción televisiva.

Pero al ver como los primeros dos episodios se vieron perjudicados por el exceso de imaginación y el insuficiente tiempo para representarla, hace pensar que lo más acertado para encarar esta nueva etapa hubiera sido una serie de películas al mejor estilo de la saga Star Trek, y su modo de financiación a base de merchandising. Sin embargo la imposibilidad para llegar a un acuerdo económico con los estudios FOX y el fracaso de taquilla de la última entrega en 2008 (estrenada la misma semana que The Dark Knight) obligaron a tener que condensar en 6 episodios, de los cuales sólo 3 tratan la mitología principal, lo que se tendría que haber contado en 15.

Está claro que todavía existe un margen de mejora para los 4 capítulos restantes. Pero ya con el sólo hecho de ver al equipo original de vuelta en acción, nos hace sentir afortunados de haber podido presenciar este regreso ¿Triunfal? Todavía está por verse.

La temporada 10 de The X-Files se emite los Lunes a las 23hs por Fox, con una repetición los Martes a las 22hs.


Reseña publicada originalmente el 26 de Enero de 2016 en Proyectorfantasma.com.ar

viernes, 22 de enero de 2016

Crítica: La Habitación (2015) Dir. Lenny Abrahamson

 El universo en una habitación

Pocas películas pueden jactarse de compenetrar tan poderosamente con el espectador, como lo logra “Room” sin caer en los sensacionalismos ni en dramatismos redundantes. La historia de una mujer y su hijo encerrados por un psicópata en una pequeña habitación podía prestarse a miles de posibles interpretaciones, teniendo en cuenta la facilidad con la que Hollywood pierde el equilibrio entre el melodrama y lo estrictamente morboso.

Sin embargo gran parte de este éxito se debe a que nos encontramos frente a una historia que a simple vista puede tratar solamente los horrores de un secuestro y sus abusos tanto físicos como psicológicos, pero que termina convirtiéndose sin dudas en la representación más pura del amor entre madre e hijo. Y es ese pilar fundamental lo que hace que su director Lenny Abrahamson — reconocido por otras joyas independientes como “What Richard Did” (2012) y “Frank” (2014) — junto a la guionista y escritora Emma Donoghue (encargada de adaptar su propia novela), decidan no focalizarse en el hecho del rapto en sí como un motivo más que suficiente para la venganza con su captor, sino en el proceso emocional de los protagonistas en cuanto al encierro y su noción de libertad.

Hace poco más de 7 años que Joy (Brie Larson) y su pequeño Jack (Jacob Tremblay) se encuentran atrapados en un reducido cobertizo sin ventanas. Viviendo a duras penas con lo mínimo indispensable proporcionado por el secuestrador (Sean Bridgers), logran pasar el día a día imaginando ese minúsculo espacio como la única realidad posible. O al menos eso es lo que Joy intenta hacerle creer a Jack para hacer menos terrible su infancia.
Para Jack no existe otro mundo que no sea “ La Habitación” (forma a la que se refiere a ese universo de 10 m²) y llega a aceptar lo aberrante como algo normal. Pero cuando el niño comienza a ver a su carcelero como un dios generoso, Joy se verá obligada a romper con la fantasía y explicarle la cruda verdad.


Abrahamson nos plantea este escenario claustrofóbico a través de la mirada curiosa constante de un nene de 5 años que no termina de ver la gravedad de algunas situaciones. Será por eso que el director prefiere quitar la cámara a un lado en los momentos más explícitos, dejando al espectador la responsabilidad de llenar los espacios en blanco con los sucesos dramáticos subyacentes que Jack no llega a comprender.

Otro gran acierto, y sin temor a destripar más del argumento que lo que ya se adelanta en los trailers, es que la película se divide en dos etapas completamente distintas dentro de este calvario. Mientras que por lo general este tipo de historias terminaría en el momento en el que logran escapar de la habitación, “Room” se da el lujo de exponer en su segunda mitad la lógica adaptación al mundo exterior y las consecuentes secuelas psicológicas que pueden generar 7 años de cautiverio. Algo no solamente novedoso, sino también excelentemente desarrollado a nivel narrativo.

Párrafo aparte merecen las actuaciones de Brie Larson y Jacob Tremblay. Ambos recrean un vínculo afectivo como madre e hijo tan orgánico y conmovedor pocas veces visto en pantalla. Larson sabe equilibrar de manera magistral la angustia del aislamiento con la delicada fortaleza emocional que debe demostrar para tranquilizar a Jack. Realmente no sorprende que haya ganado un Globo de Oro y el Critic´s Choice, entre otros premios, por este rol. Mientras que Jacob Tremblay, en cambio, significa una verdadera revelación al interpretar con la solvencia de un adulto, un papel por demás oscuro para un niño de 8 años. De ahora en adelante su nombre tendrá que ser tenido bien en cuenta dentro del ámbito cinematográfico.

De esta manera “Room” (2015) se destaca excepcionalmente en conjunto, a partir de la perfecta combinación entre dirección, guion y actores. Y aunque le sea imposible competir con los abultados presupuestos de sus competidoras por el Oscar a mejor película, sus cuatro nominaciones le han dado un más que merecido reconocimiento tratándose de una producción independiente.




Reseña publicada originalmente el 21 de Enero de 2016 en Proyectorfantasma.com.ar

lunes, 11 de enero de 2016

Crítica: La Gran Apuesta (2015) Dir. Adam Mckay

Economía para tontos


Lo primero que viene a la cabeza al ver La Gran Apuesta (The Big Short, 2015), es que el mundo de la macroeconomía se traduce en uno de los más complejos y difíciles de entender para el común denominador de la gente. Más de uno se habrá encontrado atónito al ver en los portales de noticias decenas de análisis, estudios y reflexiones sobre las causas de la crisis financiera global ocurrida en 2008. Y no es para menos, teniendo en cuenta que casi ningún economista se esmera en simplificar sus comentarios.

Su director Adam Mckay – conocido principalmente por su faceta cómica en Saturday Night Live o su sociedad cinematográfica con Will Ferrell – decide tomar esta temática de lo más confusa para la mayoría, y la convierte en una comedia con tenor documentalista al alcance del más novato en materia económica. Y como si esto fuera poco, convoca a un elenco de primera línea y cameos de celebridades varias, para que sea aún más atractiva para el público en general.

Haciendo un poco de revisionismo histórico, allá por 2005, el confiable mercado inmobiliario estadounidense ya comenzaba a mostrar debilidades a través de los miles de préstamos hipotecarios que los bancos regalaban a cambio de altísimos intereses. Esa burbuja inmobiliaria a punto de estallar fue lo que motivó a un grupo de economistas a vaticinar el colapso financiero más grande desde la gran depresión de 1930.

El primero en darse cuenta de la llegada de este apocalipsis es Michael Burry (Christian Bale), un administrador de inversiones algo freak que decide tomar ventaja de esta situación apostando los fondos de su compañía en contra del mercado, y por sobre la ignorancia total de Wall Street frente a la reinante fragilidad crediticia. Estas apuestas a futuro son malinterpretadas como una locura por los superiores de Burry, pero le dan la pauta a Jared Vennet (Ryan Gosling), un cínico corredor de bolsa clásico, para sumarse al juego de las predicciones junto a otro inversionista, Mark Baum (Steve Carrell), y sacar el mayor provecho posible. Por último está Ben Rickert (Brad Pitt), un asesor retirado que decide volver al ruedo para guiar a dos novatos (John Magaro y Finn Wittrock) a introducirse en el tramposo mundo de las especulaciones económicas. Todos ellos serán los únicos héroes en este oceano de números, siglas y estadísticas bursátiles.



El argumento es denso y la fundamentación teórica se acerca casi a la rigurosidad de un ensayo académico, aunque por momentos pareciera que la historia corre a mil por hora entre tanto vocabulario técnico y dato duro. Adam Mckay toma la posta de la narrativa en primera persona – a cargo del personaje de Gosling –  tan bien utilizada en películas como El Lobo de Wall Street (2013), para romper constantemente la cuarta pared con el espectador y hacerlo participe de esta especie de golpe al sistema económico norteamericano. A esto se le suma la participación de Margot Robbie y Selena Gomez, entre otras figuritas populares, para explicar magistralmente los conceptos más difíciles en clave de humor.

Sin embargo esta propuesta perdería su dinámica sino fuera por la caracterización de estos inoportunos visionarios. Christian Bale se luce como el socialmente inadaptado Michael Burry, mientras que Steve Carrell hace de Mark Baum un querible neurótico idealista que se toma el colapso de la bolsa de valores como una batalla propia. Claramente los dos figuran entre los puntos altos de un elenco compuesto por nombres rutilantes.

Del otro lado se encuentran Ryan Gosling y Brad Pitt, ambos sin salir de su zona de confort. Uno interpreta al más reconocible estereotipo del corredor de bolsa sin códigos, pero sin destacar demasiado. Como del mismo modo Pitt se atiene a recitar un par de observaciones éticas y morales a sus protegidos, en vez de tomar un rol más activo en la trama. Dos personajes algo desaprovechados en la vorágine del sálvese quien pueda que se ve reflejada en el film.



De todas formas es increíble ver como se simplifica el universo financiero hasta el punto de terminar asqueado, después de ver los inescrupulosos métodos utilizados para quebrar la economía desde adentro. Los protagonistas hablan de cientos de miles de millones de dólares como si fueran un vuelto, llegando incluso a tomar el dinero como una herramienta de legitimación y no como un fin. Tanto dinero conceptual termina haciéndose algo trivial después de ver cómo estas personas ganan o pierden billones en cuestión de minutos. Y lo peor es que todo esto está basado en hechos reales.

La gran Apuesta se muestra como una radiografía de la mayor catástrofe económica mundial de los últimos tiempos, y hasta se toma la licencia de ironizar con la complicidad de los bancos a la hora de ocultar que la economía estadounidense se había convertido en una torre de naipes. Hay que reconocer que en algunos momentos su terminología resulta incompresible, pero ya de por sí es destacable que Adam Mckay haya logrado resumir de forma tan didáctica un tema por demás críptico. Y que encima sea interesante de ver.

Sea por argumento o por estilo, definitivamente estamos frente a una de las claras candidatas a arrasar en la próxima temporada de premios.




Reseña publicada originalmente el 7 de Enero de 2016 en Proyectorfantasma.com.ar