domingo, 31 de agosto de 2014

Crítica: Relatos Salvajes (2014)


“¿Qué violencia? a ver. Yo estoy describiendo una realidad ¿Donde está la violencia?”
El ingeniero “Bombita”
Pasión y locura. Esas dos cualidades lamentablemente tan humanas son las que intentó darle Szifrón a su serie de relatos salvajes. Porque como diría alguna vez el gran Joker de Alan Moore, “La locura es una solución válida a la realidad”. Y aquí el joven director no hace más que afirmar que solo de los problemas más triviales, puede salir la peor versión de nosotros.

Casi nueve años más tarde nos encontramos con el regreso del niño mimado de nuestro cine a la pantalla grande. Y es que en la actualidad no hay ningún otro director nacional que pueda andar entre el camino de lo irreverente y comercial con tanta comodidad y destreza. Ni siquiera el clásico costumbrismo de Campanella.

Pero Szifrón lo hizo otra vez. “Relatos Salvajes” llega como una película ganadora, arrasadora por donde se la mire. Siendo proyectada en casi 300 salas y contando con un elenco de primer nivel, presupuestos astronómicos para una producción argentina, y a falta de uno, SEIS guiones igualmente sólidos. Quedaba sobrentendido que con todo esto a su favor, el margen de error en las expectativas era bastante pequeño.


Pero hablemos de “Relatos Salvajes” como película. Una serie de seis historias sin ninguna vinculación entre sí, más que por la atmósfera de violencia contenida (y no contenida) que desarrollan todos los personajes ante situaciones totalmente extremas. Y es aquí donde se puede ver la gran versatilidad que tiene Damián Szifron detrás de cámara: La película podrá girar en torno de la violencia, pero no es el mismo tipo de violencia el que prima todos los cortos.

En las distintas historias que se nos van narrando, podemos ver desde la violencia más explícita como la física y la verbal (visible en los fragmentos protagonizados por Rita Corteze/julieta zylberberg y Leonardo Sbaraglia), hasta la violencia más calculadora vista desde un punto de vista social o burocrático (representada por Darío Grandinetti, Ricardo Darín y Oscar Martinez). Por último surge otro tipo de violencia desde la impronta Érica Rivas, como la versión más simbólica de la violencia pasional, en donde el amor es el vehículo para llegar a la locura.

Hay que aclarar que en un principio “Relatos Salvajes” podrá parecer a simple vista una apología de la violencia, pero no lo es. Ya desde la serie “Los Simuladores” que Szifrón viene jugueteando con la fantasía de la justicia por mano propia ante los villanos cotidianos. Pero en este caso, el realizador se aseguró de que la impronta de cada relato por separado esté de lo más cuidada para que lo que podía llegar a generar una empatía en determinado momento, al siguiente nos haga reflexionar sobre si realmente apoyamos las distintas decisiones que toman los protagonistas.

Otro elemento que suma, y mucho, es el humor negro bien cercano al estilo de la primera época de Alex de la Iglesia. Con esto hace frente a las críticas de misantropía que algunos detractores de Szifrón le marcaban a sus trabajos anteriores. Y es que en todo momento el director no duda en torturar a sus personajes, incluso llevándolos hasta el límite. Un límite capaz de hacernos recapacitar como espectadores sobre si en realidad todo lo que se muestra durante el film no es definitiva una faceta humana sin explorar, en un mundo lleno de injusticias.

Y si con el humor negro no alcanza, nos queda el ingenioso simbolismo que el director nos plantea desde el primer momento, durante los créditos iniciales, relacionando el nombre de los intérpretes con fotografías de animales salvajes. Como si de esta manera estuviera adelantando la vorágine que está por venir a continuación.

Digno de destacar también en este dream team del cine es la colaboración de Gustavo Santaolalla en la musicalización del film. Una participación que retoma el estilo western que tan bien supo confeccionar Guillermo Guareschi en “Tiempo de Valientes”. Es así que el músico doblemente ganador del Oscar elabora una cortina capaz de acompañar de la mejor manera la crudeza de estas pequeñas narraciones.


Por último, es interesante analizar también un poco la naturaleza de los personajes que se ven representados en cada una de estos cortos. El creador de las series “Los simuladores” y “Hermanos y Detectives”, siempre se caracterizó por desarrollar protagonistas masculinos en plena crisis existencial, pertenecientes a una clase media acomodada (algo que también e pudo ver en dos de sus películas anteriores protagonizadas por Daniel Hendler y Diego Peretti). Pero en “Relatos Salvajes”, tenemos la inclusión de los primeros personajes femeninos influyentes en la cinematografía de Szifrón. De esta manera son más destacables aún las participaciones de Érica Rivas y Rita Cortese. En las que se podría afirmar que revitalizan al género femenino dentro de un contexto en donde la violencia no se reduce a ser una mera cuestión de fuerza física.

Esto es algo para destacar teniendo en cuenta que en otra de sus películas anteriores (más precisamente “Tiempo de Valientes”) la única mujer que aparece en pantalla termina huyendo de la acción y escapando a la casa de sus padres.

“Relatos Salvajes” tranquilamente podría haberse convertido en un nuevo proyecto televisivo al mejor estilo “La dimensión desconocida”. Lo que hubiera significado el regreso triunfal de Damián Szifrón a un medio que conoce a la perfección. Se intuye que la razón por la que este conjunto de cortometrajes se convirtió en largometraje, en vez de en serie de TV, es la posibilidad de promocionarla en los principales festivales de cine. Algo favorecido gracias a la intervención del legendario Pedro Almodóvar y su “cuasi” padrinazgo con su productora El Deseo.

Pero si algo queda claro, es que Szifrón sabe muy bien qué quiere contar y de qué manera. Algo que actualmente lo convierte en el único director capaz de tomar los riesgos necesarios, e imponer una mirada propia dentro de un género al que las distribuidoras no suelen tener mucha confianza.
Será cuestión de esperar a que su próximo proyecto no se demore nueve años más. Aquí, seguidores de su estilo sobran.







Reseña publicada originalmente el 26 de Agosto de 2014 en Proyectorfantasma.com.ar y el 28 de Agosto del mismo año en Cinefilia.tv

Crítica: Mauro (2014)

El contexto histórico denota indudablemente la forma de contar historias. Y evidentemente el nuevo cine argentino se tuvo que ir renovando en los últimos veinte años para estar a la altura de las circunstancias.

Precisamente con la ostentación y la fragilidad económica de la década del 90 surge el neorrealismo en nuestro cine, que da lugar a los “antihéroes” de todos los días.

¿Por qué es necesario hacer esta pequeña reseña histórica? Porque después de varios años de depuración del género, “Mauro” vendría a ser el mayor exponente del neorrealismo argentino en la actualidad.

Mauro es un “pasador”. Es el encargado de comprar cosas con billetes falsos y hacer diferencia con los vueltos. Además es el dueño, junto a su amigo Luís, de un taller de serigrafía totalmente equipado para fabricar aún más efectivo trucho.

En una de sus salidas por los boliches de zona sur conoce a Paula, con la cuál comienza una relación que pronto pondrá en riesgo tanto su negocio como sus relaciones personales.


La película del debutante Hernán Rosselli (montajista de campanella, esta es su primera experiencia como director) cuenta una historia relativamente simple. Pero no está en el “qué” sino en el “cómo” la clave para poder apreciar su ópera prima.

Desde el comienzo se infiere en el film una esencia de verdad al retratar la vida de este hombre que paradójicamente se dedica a falsificar dinero. Los diálogos y las interpretaciones parecen tan verídicas que en algunos casos parece que fuéramos espectadores de un documental y no de una ficción.

Especialmente cuando se muestra de forma extremadamente detallada el método que utilizan los personajes para elaborar sus propios billetes.

Esta “crudeza” (si se puede denominar así) con la que se representa el submundo del conurbano, se ve potenciado por la elección del director al conservar el eco de algunas locaciones y así obtener un sonido más natural y no tan artificial.

Haciendo recordar en algunas ocasiones a los comienzos de la filmografía de Pablo Trapero con trabajos como “Mundo grúa” y “Leonera”“Mauro” viene a ser un más que auspicioso debut para Rosselli.

Ahora solo queda esperar por su próximo proyecto.







Reseña publicada originalmente el 23 de Agosto de 2014 en Proyectorfantasma.com.ar


martes, 5 de agosto de 2014

4 interpretaciones geniales de actores que no estaban actuando

El método de la actuación es uno de los más difíciles de implementar. Porque a diferencia de cualquier otro método, digamos el científico, cada actor tiene su propia forma de implementarlo.


Seamos sinceros, hacerle creer al público que todo lo que sucede en un set de filmación es real, es una de las cosas más complicadas que tiene la profesión de actor.

Por eso para evitar repetir una y otra vez la misma escena hasta que salga de la mejor forma, no hay nada mejor que hacerle creer al actor que todo lo que sucede es real.

Creo que fue Frank Capra el que dijo alguna vez “La mejor manera de hacer llorar a un actor es hacerlo sentir realmente miserable. Y es cuando se toma al pie de la letra reflexiones como esta que suceden los siguientes momentos únicos en el cine.


4. Los rompe-costillas de Alien (1979)

Un grupo de astronautas se encuentra investigando una nave abandonada en el inhóspito espacio exterior. La situación es tensa luego de cruzarse con algunas criaturas extrañas pero logran recobrar la calma y encontrar un lugar para poder detenerse y recuperar el aliento.

Hasta que inesperadamente un integrante del grupo comienza a retorcerse de dolor mientras un alienígena emerge desde su pecho en una explosión de sangre y vísceras.

Lo que hace única a esta escena de Alien (1979) no son solo los espectaculares efectos especiales que te hacen saltar del asiento, sino la reacción de la tripulación cuando ven a su compañero destrozado por esa terrorífica criatura.


Lamentablemente esta interpretación es no es fruto del talento de los actores, sino que el elenco no tenía la menor idea de que iba a suceder en primer lugar.

Antes del rodaje, los actores fueron retirados del set, exceptuando a John Hurt que interpretaría a la víctima. Todo mediante una cavidad torácica falsa en donde iría la sangre y la marioneta “alien” que saldría de su pecho.

Así que el resto del elenco ingresó al set solo sabiendo según el guion que en algún momento “la cosa emerge”. Ninguna información adicional.

La primera toma consistió en un pequeño estallido de sangre. Esto fue adrede para asegurarse de que los actores se tuvieran que acercar más al cuerpo con el objetivo de poder verlo mejor. A la siguiente toma, la cual sería la definitiva, la explosión bañaría literalmente de sangre falsa al staff y los haría interpretar de la forma más realista una de las escenas más recordadas de la historia del cine.

Dicen que el susto fue tal, que el actor Yaphet Kotto tuvo que retirarse a su camarín para poder medir su presión arterial ya que este padecía de debilidad cardíaca.
Parece ser la peor broma que podría hacerle un director a sus actores pero no se preocupen que hay peores.


3. El vómito verde de “El exorcista” (1973)

“El exorcista” fue otro punto culmine dentro del género del terror. Pongámonos en situación: Dos sacerdotes se enfrentan a un demonio dentro del cuerpo de una chica de dieciséis años. En 1973 esto era demasiado para un público acostumbrado a gigantescos monstruos destruyendo ciudades y edificios.

Esta icónica escena comienza con el padre Karras interrogando a la joven Regan para determinar si su posesión es psicológica o demoníaca. En un momento, una de las preguntas del cura parece no sentarle muy bien al diablo y prefiere terminar la conversación vomitándole encima. Fin de la discusión.

La reacción de Jason Miller (Karras) es totalmente espontánea. Era obvio que el actor sabía que luego de su línea venía el vómito, solo que pensaba que iba dirigido a su pecho y no a su rostro.

El profesionalismo de Miller llegó a tal punto de sobreponerse a la sorpresa y terminar la escena en una sola toma. A pesar de quedar furioso durante del resto del día de filmación.

Según el making off de “el exorcista”, pudimos saber que el director William Friedkin hizo muchas de estas “travesuras” durante el rodaje. Cuenta la anécdota de que durante la escena del exorcismo el director bajo la calefacción a cero para que el aliento de los actores se convirtiera en vapor.También mantenía armas cargadas en el set y las disparaba en momentos aleatorios para mantener a los actores en tensión.


Otra de las escenas más icónicas consistía en hacer salir despedida a la madre de Regan contra la pared de la habitación de la joven. Esto se hizo mediante un arnés que la sujetaría en todo momento para evitarle lesiones. Pero lo que hizo Friedkin fue hacerle creer a la actriz Ellen Burstyn que el tirón no sería lo suficientemente fuerte, y así tomarla por sorpresa.

En realidad lo que sucedió fue que la actriz sufrió una fractura de coxis, algo que le acarreó problemas de espalda el resto de su vida. Pero la expresión de su rostro durante la escena valió la pena según su director.


2. Cantando La Marsellesa en “Casablanca” (1941)

Casablanca” es una de esas películas que cuando la ves por primera vez, lo único en que podés pensar es en lo fantástica que sería actualmente sino se hubiera convertido en cliché hace más de sesenta años. Incluso si no la vieron, probablemente el argumento pueda reducirse a una serie de frases icónicas del cine.

La escena en cuestión comienza con Rick (Humphrey Bogart) en un bar junto a Lazlo, un renombrado líder de la resistencia francesa durante la segunda guerra mundial y a su vez esposo de Ilsa (Ingrid Bergman).

En algún momento unos oficiales nazis comienzan a cantar el himno alemán como forma de intimidar a los franceses que se encontraban en el lugar. Lo que genera en Rick, que hasta ese momento tomaba una posición neutral frente a los nazis, la necesidad de apoyar la causa de Lazlo incentivando a los músicos del bar a tocar “La marsellesa” como forma de hacerle frente de forma simbólica al nazismo. Generando que algunos festejaran esa pequeña victoria con lágrimas.


La curiosidad está en que todo estaba guionado, menos la parte de las lágrimas.

A diferencia de las anécdotas anteriores, esta no tiene nada que ver con un director psicópata en busca de más realismo en sus escenas. Sino que tiene que ver con el contexto histórico de cuando la película fue filmada.

Casablanca” fue filmada en 1941,  en plena ocupación alemana en Francia y en un momento en donde la participación de los Estados Unidos en la guerra no era ninguna garantía ni tampoco se sabía el límite del poderío alemán.

Y esta escena incluía actores que en la vida real tenían muchas emociones en juego. Estamos hablando de que la mayoría de extras eran en realidad europeos exiliados que escaparon de la guerra y que básicamente no sabían si podrían volver alguna vez a su país.

Algo que me deja pensando si en realidad la segunda guerra colaboró en que esta escena se destacara por sobre el resto de la película “Casablanca” en su totalidad.


1. La totalidad de “The Blair Witch Project” (1999)

El Proyecto Blair Witch” cuenta una historia bastante simple: Tres estudiantes de cine se pierden en un bosque de Maryland en busca de realizar un documental sobre brujas. Durante 89 minutos se la pasan discutiendo entre sí, hasta que (disculpen el spoiler) finalmente mueren.

Determinado tiempo después la cinta es encontrada y así se convierte en un género de películas de terror que hasta el día de hoy con “Actividad Paranormal” sigue facturando millones.

Ahora no es difícil darse cuenta el origen del éxito de esta película, entre la publicidad viral y el cuento de los “archivos fílmicos encontrados”. Los directores capturaron de forma perfecta la esencia de documental de un grupo de estudiantes perdidos en un bosque.
Porque en realidad es exactamente lo que hicieron, dejar a un grupo de estudiantes perdidos en un bosque y que se filmaran entre ellos.

“El Proyecto Blair Witch”  fue radicalmente innovadora en su época introduciendo la idea de la cámara “nerviosa” en primera persona, y todo esto sin caer en las convenciones llamadas “guion” y “actuación”. En su lugar optaron por asegurarse de que cada susto viniera realmente de los actores y no de una “interpretación”.

Las únicas líneas guionadas de la película fueron entregadas a la gente del pueblo al comienzo de la película. Y a su vez los actores recibieron la orden de realizar algunas entrevistas a los lugareños, los cuales ya tenían sus respuestas preparadas.
El resto se encontraba reunido en un libreto de solo 35 páginas con bastante información sobre el mito de la bruja de Blair y una vaga idea del argumento. Nada más.

La mayor parte de la filmación ocurrió en ese viaje de ocho días en carpa que realizaron los intérpretes. Todos los días los directores les dejaban provisiones y algunas ideas básicas de la filmación del día, además de la ubicación del encuentro del día siguiente.

Algunas veces incluso se quedaban escondidos entre los árboles y rompían ramitas esperando las reacciones de los actores.

A lo largo de los días el elenco se encontraba cada vez más exhausto, con frío y con falta de sueño. Esto les facilitaba a los realizadores infiltrarse en su campamento por la noche y dejar cintas con risas de chicos grabadas o también para sacudir violentamente los árboles cercanos.

Y si todo esto no era suficiente, se cercioraron de dejar gradualmente menos comida como reservas para que los actores terminaran más hambrientos y cansados durante los días de filmación.


Como en cualquier arte, a veces solo desde la locura provienen los mejores momentos del cine.



Por Nicolás Feldmann

Artículo publicado originalmente el 16 de Julio de 2014
en Proyectorfantasma.com.ar