lunes, 28 de marzo de 2016

Crítica: El Tesoro (2015) Dir. Corneliu Porumboiu

El valor de los detalles


Parecería extraño afirmar que no toda comedia tiene que hacer reír, a veces sólo con una mínima sonrisa basta para apreciar que la ironía es mucho más certera que un chiste liso y llano frente a cámara. Como ejemplo de esto, y tomando algunas características del cine independiente más reflexivo, “El Tesoro” podría considerarse casi un reflejo de la crisis europea de los últimos años en clave de cuento.

Desde Rumania y con varios reconocimientos festivaleros a cuestas, su director Corneliu Porumboiu (“Bucarest 12:08”, “Police, Adjective”, "Cae la Noche en Bucarest") toma la ciudad de Bucarest como escenario para contar la historia de Costi (Toma Cuzin), un asalariado de clase media baja con la única preocupación de mantener a su familia y compartir con su hijo el poco tiempo libre que le queda leyendo las aventuras de Robin Hood. Un día, recibe la visita de su vecino Adrián (Adrian Purcărescu), el cual le propone asociarse en la búsqueda de un tesoro incalculable supuestamente enterrado en la casa de sus abuelos. Desempleado y con problemas económicos, la única condición de Adrián para compartir la utópica fortuna es que Costi invierta sus ahorros en alquilar un detector metales que los ayude en esta cruzada. Con algunas dudas al principio, aunque sin pasar por alto lo inverosímil que suena el mito, Costi se dará cuenta de que más allá de sus ambiciones materiales, esta es la oportunidad perfecta para finalmente convertirse en el héroe de su hijo.

Como si se tratara de una fábula, “El Tesoro” cuenta una historia por demás sencilla y poética, haciendo especial hincapié en los pequeños detalles en vez de buscar la evidente comicidad. Para esto, Porumboiu decide narrar – fiel a su estilo – casi únicamente a través de tomas llamativamente extensas, momentos aparentemente interminables en donde a simple vista parece que la acción se detiene por completo. Sin embargo, dependiendo el criterio, este ritmo excesivamente lento puede ser capaz de focalizar la atención del espectador en gestos y simbolismos que fácilmente pasarían desapercibidos.

A fin de cuentas, son estas decisiones y recursos creativos del director los que definen a este film como una comedia distinta de lo que se ve habitualmente. Un relato en donde lo más importante no es la acumulación de risas, sino la forma en la que se cuenta. Y probablemente sea ese el tesoro que Porumboiu deseaba que encontremos.





Reseña publicada originalmente el 24 de Marzo de 2016 en Proyectorfantasma.com.ar

Crítica: Vientos de Agosto (2014) Dir. Gabriel Mascaro

El Amazonas profundo


Tras el reconocimiento en el Festival de Locarno y su posterior participación en la competencia internacional del 29º Festival de Mar del Plata, tuvo que pasar mucho tiempo para que “Vientos de Agosto” se pudiera estrenar formalmente en (contadas) salas comerciales. Y es que nunca está de más tener entre los estrenos semanales un buen exponente de ese cine brasileño que tan bien sabe representar las distintas realidades sociales.

El primer largometraje de Gabriel Mascaro toma parte del formato semidocumental para narrar tres historias en el recóndito nordeste brasileño como lugar común. En pocas palabras y con una soberbia dirección de fotografía, Mascaro es capaz de retratar la dinámica pueblerina con la misma complejidad que la que utiliza para hablar del valor de las tradiciones y la sensación de incertidumbre frente a la muerte.

La vida de Shirley (Dandara de Morais) transcurre entre su presente como transportista de una plantación de cocos y el cuidado de su anciana abuela. También comparte el día a día con su pareja Jeison (Geová Manoel Dos Santos), un joven pescador de la costa de Recife, con el que mantiene una relación más cercana desde lo físico que desde lo afectivo. Son estas dos miradas, sumadas a una tercera representada en un oceanógrafo (el mismo Mascaro) dedicado a estudiar el sonido de los vientos de Pernambuco, las que dan un sentido poético a la fragilidad de la gigantesca geografía brasileña.

Hablamos de un film que no puede ser visto a partir de la clásica estructura con un principio y un final, sino que se trata de pequeños fragmentos de una historia que los mismos protagonistas llevan a cuestas mucho antes que el director nos introduzca en el relato. Y es así que al igual que el clima tormentoso de la selva amazónica, “Vientos de Agosto” reflexiona sobre lo difícil que es dejar atrás las viejas costumbres sin perder la memoria. Sea en un pueblo perdido de las zonas más carenciadas de Brasil, o en cualquier otra parte del mundo.



Reseña publicada originalmente el 24 de Marzo de 2016 en Proyectorfantasma.com.ar